lunes, 25 de enero de 2016

Primero los ídolos.

"Primero los ídolos, luego los conocidos, luego los amigos, luego nosotros", me repito incesantemente pensando en la muerte, por la calle a pie y cantándome adivinanzas más grandes de lo que puedo abarcar. Una vez bromeando con mis amigos, una noche espontánea de casi invierno, hilamos el pensamiento; primero gracioso y ya más tarde destilando terror.
Luego nosotros. La fórmula es infalible, siempre y cuando no se alteren los factores, ya sea en orden -primero los amigos luego los conocidos, primero los ídolos luego nosotros; en variables -primero la familia luego los ídolos, primero los ídolos de nuestros padres luego nuestros ídolos; primero nosotros. Siempre el nosotros como una duda escalofriante en la nuca, una duda de lugar, de momento y de configuración. Siempre andar corriendo calle abajo de la muerte, entre la velocidad del susto y la lentitud de la epifanía. Siempre andar corriendo calle abajo deteniendo la muerte con las manos, con drogas y sexo y charlas y fiestas y música, e invertir en ella inevitablemente ocho horas de lunes a viernes.
Cuántos días viviré muerta. Cuántos días no valdré la pena. Cuántos días, como hoy, sentiré que la vida me queda corta y tironearé sin caso de la línea del tiempo para ganar un par de minutos. Cuántos días me sentiré inmensa y sentiré que he comprendido; cuántos días me sentiré ínfima y cuántos días no sentiré nada.

Amigo, qué tristeza la biología, qué tristeza la medicina, que es un saber ingenuo, que es un saber de la urgencia. Nosotros te querremos más allá de la biología. La medicina sabe de envases, la biología sabe de la bolsa humana, nosotros sabremos de todo lo demás. Cuánta vida dejamos cuando se nos queda la máquina. La muerte es esa factura que tenemos que pagar por el solo hecho de vivir la vida. La muerte es eso que nos separa de la línea del tiempo que ocupamos vos, yo, Napoleón, Hitler, los egipcios, todas nuestras mascotas de la infancia. Y nosotros acá, tironeándola, desafiándola, y a veces perdimos. Y sin embargo nos queda la idea.
Primero los ídolos, luego los conocidos, luego los amigos, luego nosotros, luego las obras. Siempre al final nosotros. Siempre más allá las obras.










jueves, 29 de octubre de 2015

Nu

¿Puedo pedirte que me abraces y decirte que no sé? ¿Que me abraces en la ignorancia, el peor estado humano? ¿Puedo pedirte que me abraces en esta animalidad, en esta falta de forma? ¿Puedo caber en tu abrazo si no sé, si no soy?
El saber me protege de todo lo que el cuerpo no puede. Este sentir y este declarar que te estoy estafando me hace humana, me acerca. ¿Existe mayor entrega que esta ignorancia? ¿Me querrías así, irreconocible, en el miedo de estar sola en el desconocimiento, inhóspito? ¿Me querrías así, perdida, rendida, loca?
Creo que la intimidad es la cercanía de las ignorancias. Es reconocerse el uno al otro en la duda, tiritando, temblando. Como "Dios nos trajo al mundo"; ignorantes, llorando y gritando y aprendiendo. Porque si no soy todo lo que creía saber, ¿qué es lo que me queda para ser? ¿Y qué vas a hacer conmigo ahora que sabés que no soy?

miércoles, 9 de septiembre de 2015

Las Paulas.

A veces a Paula la sobreviene la otra Paula, la que algún día la va a prender fuego, la que no entiende de minuciosidades porque la violencia es burda, está siempre cruda. Paula Caos quiere romper, incinerar, coger, destruir.
Cuando aflora Paula Caos, el envase quiere vaciarse; quiere correr, quiere gritar y pelear y penetrar y escribir y gastarse como un cigarrillo. Camina por adentro de sí como un león enfurecido, la Paula que es Paula cuando a Paula le sobra Paula.
Cuando sobra Paula, necesita arrojarla sobre otros como trozos de carne, bultos sin forma, sin palabras, sin conceptos; violenta, animal, cinética. La furia se vuelve locura y la locura se vuelve movimiento. Los ojos quedan empañados y se le van cayendo las extremidades arriba de él, ciega, exagerada, despeinada, rota, desgarrada hasta que por fin se agote, se extinga, y pueda volver a la vida cotidiana de mediciones y experiencias con sentido.





jueves, 27 de agosto de 2015

Love descends on those defenseless

Mi mejor amigo y yo sobrevivimos ese invierno atrincherados y resguardados a la sombra de un único disco de Bowie que nos íbamos pasando de ida y vuelta, como si se tratara de una carta larguísima y repetitiva. Estuvimos desamorados y aburridos y pasando frío, y ahora se vislumbraba la primavera y no sabía qué íbamos a hacer con ella. El desamor fue ese pasillo en el que nos encontramos a charlar todo junio, todo julio, mientras salíamos y entrábamos en las habitaciones contiguas que no tenían nada para nosotros.
Quería prender fuego ese disco porque ya no lo soportaba más. No quería escuchar nada más. La vida pasaba y Bowie le cantaba arriba, y yo lo padecía. Flavio y yo no podíamos hablar de otra cosa. Lo desayunamos, lo cenamos. Nos íbamos cantando las canciones de a una, como arrullos desesperados. Lo arruinamos para siempre. Lo llenamos de esto que no sé qué es- una cosa propia, espantosa, mezclada; yo lo llené de Julián y él lo llenó de Carmela, yo lo llené de Carmela y él lo llenó de Julián, y el invierno no se terminaba más. Y eso fue todo lo que tuvimos por un buen tiempo. El invierno en el que fuimos cocodrilos. Pero los cocodrilos están hechos para ponerse al sol.
Pronto sería verano. Pronto será verano. Pronto desayunaremos algo más que este disco.


miércoles, 24 de junio de 2015

*

I
No quiero ser más un cuerpo, quisiera ser más bien algo más impalpable, más de mentira, algo que no me dé miedo y algo que no pueda ser expuesto y que trascienda la putrefacción. Quiero ser algo más perfecto; una idea, un fantasma, un virus o una intención, pero quiero retirarme de la vida esta vejada que llevo, prefiero ser algo que no concluya y que no me concluya. Nada que pueda quemarse, tocarse, agarrarse a cuchillazo limpio, puede ser eterno o bonito, la imperfección y lo sucio de lo que puede tocarse me aprisiona en esta cárcel de cuerpo, y yo quiero ser algo más.

II
Quiero ser toda cuerpo, quiero ser toda sensación, todo aquello que me sucede, lo que me batalla, los juegos a los que juego contigo y ese espacio que queda cuando nos miramos un poco más de lejos. Los cuerpos prueban, tocan, miran, intentan, se miden por distancias y volúmenes; quiero ser toda forma, toda movimiento, la gravedad que me sitúa, el sonido de mi ropa al moverme, el calor que desprendo o el espacio físico que ocupo. Quiero ser sustancia y sobre todo quiero ser finita, todo cuanto se termina merece ser vivido intensamente, todo cuanto se despedaza tiene la conciencia de unidad, quiero ser aquello a lo que el tiempo le pasa por arriba porque en ese caso debería salir a correrlo.

jueves, 21 de mayo de 2015

Sentarme a sentir

Hola,

hace mucho no te vengo a ver. Vengo ahora porque dentro de un ratito voy a querer venir, y no voy a poder, porque preciso mi energía y tengo que ser previsora.
Vas a tener que disculparme que me ande midiendo tanto, que ya no venga tan seguido, pero es que ya sabés cómo es esto, te chupa, se aferra a vos y te come de los deditos primero y de la cabeza después, te fagocita y te deja cansado, rengueando, consumido. Y la tristeza es lo más fácil, porque es tan linda, es tan redondita, uno se acurruca en la tristeza y puede pasar horas de ocio, horas de porquéses. Es tan poética, y tan productiva esta tristeza monologada, es dulcísima, lo deja a uno andando, quietito de cuerpo, pero quieto solo de apariencia. La oscuridad es una cosa que se te viene arriba y una vez que la ves es imposible no querer meterte de lleno. Yo también quiero caminar por ahí a veces. A veces por cansancio y otras por curiosidad.
Pero, y esto lo sabés bien y no te lo tengo que explicar, mi vida tiene que ser un poco más que esto de estar la mitad en un lado y la mitad en el otro. Y, esto me lo digo más que nada a mí misma, no quiere decir nada. Que elija la vida por sobre vos quiere decir poco, es un acto meramente instintivo, eso viene haciendo nuestra raza hace tanto tiempo. No es que te quiera menos. Es un poco hacerte homenaje, esto de medirme en mi tristeza: vos me enseñaste a racionalizarla y yo me enseñé a racionarla para poder vivir, porque no hay remedio que me alcance cuando me viene toda de golpe, es como un manguerazo de pensamiento a la cabeza. Esto lo construimos un poco juntas, fue lo último que me enseñaste, y por eso mismo quiero ponerlo en práctica. Aunque podríamos bien haberlo aprendido de otro modo.

buenos y combativos

Lo que no te mata,

lo que te hace pensar que no vas a poder salir nunca más de la cama lo que convierte tu cráneo en una hoguera lo que te hace volver tres cuadras para ver si cerraste bien la puerta lo que te da miedo a las tres de la mañana lo que no tenés la plata para comprar lo que te hace despertar sobresaltado lo que pensaste que no iba a pasar y pasó lo que confiaste en que no iba a pasar y te pegó una piña lo que te hizo pedir tregua lo que te hizo pedir revolución lo que se rió de vos lo que pensó que no ibas a mirarlo a los ojos lo que te hace pensar que no vas a sobrevivir ese día y sin embargo sí,

finalmente, en algún punto, de alguna forma retorcida,

te fortalece.